En mayo de 2025, Pemex reportó una producción de crudo de 1.507 millones de barriles diarios, reflejando una caída del 6.4% interanual. Esta disminución se atribuye principalmente al envejecimiento de campos maduros, falta de inversión y problemas técnicos en infraestructura. La baja producción impacta negativamente la economía mexicana, afectando ingresos fiscales, empleo y seguridad energética. Para revertir la tendencia, Pemex impulsa estrategias como recuperación mejorada, exploración en nuevas áreas, alianzas público-privadas y modernización tecnológica. Además, enfrenta el reto de integrar la transición energética sin comprometer su producción. El futuro del sector dependerá de la capacidad de innovación y adaptación en un mercado global competitivo y regulado.
Fecha:Thursday 05 Jun de 2025
Gestor:ESCUELA ESGEP
En mayo de 2025, Petróleos Mexicanos (Pemex) reportó una producción promedio de 1.507 millones de barriles diarios de petróleo crudo, evidenciando una disminución del 6.4% en comparación con el mismo mes del año anterior. Esta caída forma parte de una tendencia más amplia de declive en la extracción de hidrocarburos líquidos que afecta a la empresa estatal desde hace varios años. A pesar de un ligero aumento del 0.3% respecto al mes anterior, abril, el panorama general sigue mostrando una reducción sostenida que preocupa a los analistas y autoridades del sector energético nacional.
El descenso en la producción se da en un contexto de desafíos estructurales para Pemex, que incluyen el agotamiento de campos maduros, dificultades técnicas en nuevas áreas y limitaciones en inversiones. La suma de estos factores limita la capacidad de la empresa para mantener su nivel histórico de extracción. Además, la volatilidad de los precios internacionales del crudo ha complicado la planificación financiera y operativa, afectando la ejecución de proyectos de exploración y desarrollo.
Por otro lado, la producción total de hidrocarburos líquidos y gas natural combinados alcanzó 1.785 millones de barriles equivalentes diarios en mayo, reflejando también un comportamiento a la baja. Esta cifra incluye tanto el crudo como los líquidos asociados y el gas, lo que indica que la disminución no solo es en petróleo, sino en el conjunto de recursos energéticos que la empresa produce. Esta tendencia abre la discusión sobre la necesidad urgente de nuevas estrategias para revertir la caída y asegurar la seguridad energética del país.
El principal factor detrás del descenso en la producción de Pemex es el envejecimiento de sus principales yacimientos, muchos de los cuales están en etapa de madurez avanzada. Campos históricos como Cantarell y Ku-Maloob-Zaap han mostrado una caída progresiva en sus tasas de extracción debido a la disminución natural de los reservorios. Esto ha generado un efecto acumulativo que no ha podido ser compensado por el descubrimiento y desarrollo de nuevas áreas productivas.
La falta de inversión adecuada en exploración y producción durante los últimos años ha limitado la capacidad de Pemex para renovar su base productiva. Esto se debe a restricciones presupuestarias, condiciones financieras complicadas por la deuda acumulada y una política energética que prioriza la autosuficiencia, pero que no siempre permite la participación de inversionistas privados o la adopción rápida de tecnologías avanzadas. En consecuencia, los proyectos de alto costo y riesgo se han postergado o cancelado.
Asimismo, problemas técnicos y operativos en las plataformas y en la infraestructura de transporte también han afectado la producción. El mantenimiento insuficiente y las fallas en equipos clave han provocado paradas no planificadas, que sumadas a la presión por maximizar la producción a corto plazo, han impactado negativamente en la eficiencia global. Además, la inseguridad y vandalismo en zonas petroleras representan un riesgo adicional para las operaciones.
La disminución en la producción de crudo tiene repercusiones significativas en la economía mexicana. Pemex es uno de los principales contribuyentes fiscales del país, y menores volúmenes extraídos se traducen en menos ingresos por venta de petróleo y regalías para el gobierno federal. Esto afecta la capacidad de financiamiento de programas sociales y proyectos de infraestructura, generando una presión adicional sobre las finanzas públicas en un contexto de recuperación económica.
El descenso productivo también tiene efectos en el mercado laboral, especialmente en las regiones donde la actividad petrolera es un motor económico fundamental. La reducción de operaciones implica menos demanda de mano de obra directa e indirecta, afectando a comunidades enteras que dependen de la industria para su sustento. Esto puede generar tensiones sociales, migración interna y deterioro de condiciones de vida en zonas petroleras.
Además, una menor producción obliga a México a aumentar sus importaciones de hidrocarburos para satisfacer la demanda interna, especialmente en combustibles refinados y gas natural. Esto incrementa la vulnerabilidad energética del país y puede afectar la balanza comercial. El desafío es lograr un equilibrio entre mantener la producción nacional y cumplir con los compromisos internacionales de transición energética hacia fuentes más limpias.
Ante la caída sostenida, Pemex y el gobierno han anunciado una serie de medidas para intentar frenar la declinación y fortalecer la producción. Una de las principales estrategias es la revitalización de campos maduros mediante técnicas avanzadas de recuperación mejorada, que incluyen inyección de agua, gas o químicos para aumentar la presión en los reservorios y extraer más crudo. Estas tecnologías han mostrado resultados positivos en algunos campos piloto.
También se está impulsando la exploración en nuevas áreas tanto en tierra como en aguas someras y profundas. La reciente apertura a socios privados en ciertos segmentos del sector energético busca atraer capital y experiencia tecnológica que contribuyan a acelerar el desarrollo de estos proyectos. La colaboración público-privada es vista como un mecanismo para superar las limitaciones presupuestarias de Pemex y mejorar la eficiencia operativa.
En paralelo, se ha reforzado el plan de mantenimiento y modernización de la infraestructura petrolera. Esto incluye la renovación de plataformas, mejora en las instalaciones de procesamiento y ampliación de la capacidad logística para transporte y almacenamiento. Estas acciones buscan reducir paradas no planificadas, aumentar la seguridad y minimizar pérdidas de producción por fallas técnicas.
La recuperación de la producción petrolera en México también debe considerarse dentro del marco de una transición energética global que impulsa la reducción del uso de combustibles fósiles. Pemex enfrenta el reto de aumentar su productividad sin aumentar significativamente su huella ambiental, cumpliendo con normas más estrictas y compromisos internacionales sobre emisiones de gases de efecto invernadero.
En este sentido, la empresa ha iniciado proyectos piloto para implementar tecnologías limpias, como la captura y almacenamiento de carbono (CCS) y el uso de energías renovables para alimentar sus operaciones. Estas iniciativas buscan mitigar el impacto ambiental y mejorar la sostenibilidad del sector, al tiempo que se mantienen los niveles de producción necesarios para la demanda nacional.
Sin embargo, la transición energética plantea una complejidad adicional, ya que la dependencia del petróleo sigue siendo alta y la sustitución por energías renovables aún requiere tiempo y recursos. Por ello, México debe equilibrar la necesidad de asegurar el suministro energético con la obligación de reducir emisiones, promoviendo una diversificación gradual que no comprometa la seguridad energética ni la estabilidad económica.
El futuro de la producción petrolera en México dependerá de la capacidad de Pemex y el gobierno para implementar las estrategias planteadas y adaptarse a un mercado mundial cada vez más competitivo y regulado. El éxito en la recuperación de campos maduros, la exploración efectiva y la incorporación de tecnologías será clave para frenar la caída productiva y mejorar la rentabilidad.
A nivel internacional, México debe aprovechar su posición geográfica y su red de acuerdos comerciales para fortalecer su papel como proveedor confiable de hidrocarburos. La diversificación de mercados y la inserción en cadenas globales de valor energético contribuirán a estabilizar los ingresos y mejorar la competitividad del sector.
Finalmente, la transición energética y la lucha contra el cambio climático influirán en la planificación a largo plazo. La incorporación de energías limpias, eficiencia energética y nuevas fuentes como el hidrógeno forman parte de la agenda estratégica que deberá complementar el petróleo como base energética, garantizando un desarrollo sostenible y resiliente.