La captura, utilización y almacenamiento de carbono (CCUS) se ha convertido en una herramienta clave para reducir las emisiones globales de CO₂. A través de tecnologías que permiten atrapar el carbono en fuentes industriales o directamente del aire, estos proyectos ya se aplican en países como Estados Unidos, Noruega, China y Reino Unido. Aunque los avances tecnológicos han mejorado su eficiencia, aún enfrentan desafíos como altos costos, falta de regulación clara y aceptación social. Iniciativas como Longship, Net Zero Teesside y DAC avanzan con apoyo público y privado. Se prevé que la CCUS juegue un rol estratégico en la neutralidad de carbono al 2050. Su éxito dependerá de inversiones sostenidas, innovación y colaboración internacional.
Fecha:Thursday 05 Jun de 2025
Gestor:ESCUELA ESGEP
La captura, utilización y almacenamiento de carbono (CCUS, por sus siglas en inglés) se ha convertido en una herramienta clave dentro de las estrategias globales para mitigar el cambio climático. Esta tecnología permite capturar el dióxido de carbono (CO₂) de fuentes industriales o directamente del aire, y almacenarlo de forma segura en formaciones geológicas o utilizarlo como insumo en diversos procesos productivos. En un contexto donde alcanzar la neutralidad de carbono es un objetivo urgente para muchas economías, los proyectos de captura de carbono emergen como soluciones complementarias a la transición energética. Sin embargo, su implementación masiva enfrenta desafíos técnicos, económicos, sociales y regulatorios.
La captura de carbono es el proceso de atrapar el CO₂ antes de que llegue a la atmósfera. Puede realizarse de tres maneras:
Captura en la fuente: desde centrales térmicas, refinerías, cementeras, acerías, entre otros.
Captura directa del aire (DAC): mediante tecnologías que extraen el CO₂ atmosférico.
Bioenergía con captura de carbono (BECCS): combina biomasa con tecnologías de captura.
Una vez capturado, el CO₂ puede ser:
Almacenado en reservorios subterráneos seguros (como antiguos yacimientos de petróleo o acuíferos salinos profundos).
Utilizado en procesos industriales como producción de combustibles sintéticos, bebidas carbonatadas o materiales de construcción.
EE.UU. lidera el desarrollo de proyectos gracias a su infraestructura petrolera, incentivos fiscales como el “45Q” y grandes reservorios geológicos. Algunos ejemplos notables:
Petra Nova (Texas): Uno de los mayores proyectos de captura en plantas de energía, aunque fue suspendido por motivos económicos.
Illinois Industrial CCS: Captura CO₂ de una planta de bioetanol y lo almacena a 2,100 metros de profundidad.
Noruega ha invertido de manera consistente en tecnologías de captura desde hace décadas:
Sleipner y Snøhvit: Proyectos pioneros de almacenamiento de CO₂ en el Mar del Norte.
Longship y Northern Lights: Iniciativas a gran escala que buscan crear infraestructura compartida para almacenar carbono capturado desde múltiples fuentes industriales europeas.
China está acelerando sus iniciativas CCUS como parte de su meta de neutralidad al 2060. Con más de 50 proyectos piloto, destacan:
Sinopec Qilu-Shengli: Captura CO₂ de una planta petroquímica para inyección en campos petroleros.
En desarrollo: plantas cementeras, siderúrgicas y DAC.
La UE ha financiado numerosos proyectos a través del programa Horizon Europe y el Fondo de Innovación. Entre ellos:
Net Zero Teesside y HyNet (Reino Unido): Capturan CO₂ de instalaciones industriales y lo transportan por tuberías submarinas al Mar del Norte.
Porthos (Países Bajos): Iniciativa conjunta para almacenar CO₂ industrial en antiguos pozos de gas.
Captura Postcombustión: Utiliza solventes (como aminas) para absorber el CO₂ de gases residuales.
Captura Oxycombustión y Precombustión: Aumentan eficiencia en ciertas industrias pesadas.
DAC y BECCS: Aún costosos, pero clave para lograr emisiones netas negativas.
Las mejoras en eficiencia energética, materiales de captura (como zeolitas y membranas), y tecnologías de monitoreo están reduciendo costos y mejorando la seguridad del almacenamiento.
La captura de CO₂ puede costar entre $40 y $120 por tonelada, dependiendo de la fuente. El transporte y almacenamiento también representan gastos significativos. Aún se requieren subsidios o incentivos fiscales en muchos países para que los proyectos sean rentables.
La ausencia de marcos legales específicos sobre responsabilidad a largo plazo, propiedad del carbono almacenado y trazabilidad, frena la inversión privada.
La oposición de comunidades locales por temor a filtraciones o sismos inducidos (aunque el riesgo es bajo) puede retrasar proyectos.
En muchos países no existe infraestructura de transporte de CO₂ (como gasoductos), lo que limita la escalabilidad de estos proyectos.
La Agencia Internacional de Energía (IEA) estima que para alcanzar la meta de cero emisiones netas al 2050, se deberán capturar y almacenar alrededor de 7,6 mil millones de toneladas de CO₂ al año. Para ello, se necesitarán:
Más inversiones públicas y privadas.
Alianzas regionales para compartir infraestructura.
Innovación tecnológica para reducir costos.
Educación y diálogo con comunidades.
Los proyectos de captura de carbono representan una solución real y necesaria para sectores difíciles de descarbonizar, como la industria pesada, la energía y la aviación. Aunque su adopción aún enfrenta obstáculos importantes, los avances actuales y la voluntad política internacional están abriendo camino a una implementación más amplia. La clave será integrar estos proyectos dentro de estrategias climáticas más amplias, con criterios de sostenibilidad, justicia social y eficacia económica.